Con un número de personas en constante crecimiento, las infraestructuras de transporte se ven limitadas para satisfacer las necesidades por el espacio y el dinero. Es entonces cuando aparecen los conceptos y puesta en práctica de la movilidad. Cuando los medios de transporte no se ajustan a lo que buscamos podemos usar algunos de los medios existentes de transporte colaborativo. También están los medios autónomos y una miríada más de posibilidades. Para todas estas modalidades existe la posibilidad de emplear los servicios especialmente dedicados a la movilidad. Dichos servicios pueden consistir en aplicaciones de gestión de rutas en un mapa, con datos en tiempo real; o servicios para compartir transporte; también para gestionar otros aspectos durante el mismo. Y en todas estas cuestiones existe siempre una misma característica que los une: el Internet de las Cosas.
El avance de un ecosistema donde la conexión entre usuarios y objetos se está convirtiendo en una realidad tangible es el escenario que la movilidad como servicio necesitaba. Imaginemos que tenemos que llegar al aeropuerto. Gracias a varias aplicaciones, hoy día, podemos planear la ruta más eficiente en nuestro coche. Si hay algún cambio debido a atascos o cualquier otro problema, recibiremos una actualización en tiempo real advirtiéndonos de que debemos tomar otro camino. ¿Y si usamos el medio de transporte público? Varios servicios nos darán una estimación muy precisa de cuánto tardaremos en llegar teniendo en cuenta todo tipo de información: las conmutaciones, la llegada del metro en cierta parada o cuánto se tarda en llegar a pie hasta la estación.
¿Necesitamos comprar un billete? No hay problema, podemos hacerlo en camino, con apenas dos o tres toques en nuestro móvil. Y mientras tanto, vamos revisando las últimas novedades o avisando a las personas de interés sobre nuestra situación. Y todo gracias al IoT. Todo lo anterior, la movilidad como servicio y el resto de utilidades asociadas serían por completo imposibles si no fuera por el Internet de las Cosas. Tanto la interconexión provista por el contexto tecnológico cómo el desarrollo de software, pasando por la interoperabilidad, el Internet de las Cosas es la herramienta indispensable para hacer de la experiencia algo real.